No siempre tenemos el valor —o el descaro— de contar las
cosas tal y como fueron. Y esto, porque no
existe una memoria objetiva, clara, imparcial. Toda memoria es inventada, una particular muestra de nuestra
introspección llena de distorsiones y parcialidad. Tanta,
que incluso no nos importa el daño que podamos hacer a los
demás con nuestras revelaciones.